Japón ha dado un paso audaz.

Después de 28 años dependiendo de la impresión de dinero para sobrevivir, este año ha logrado un superávit presupuestario primario, lo cual es una verdadera sacudida para el mundo financiero global. El que antes era un "monstruo fiscal" de repente ha aprendido a apretarse el cinturón, invirtiendo en industrias estratégicas con estímulos de billones y manteniendo estrictamente la línea fiscal. Este tipo de "moderación con gran impacto" no se ha visto muchas veces en el escenario internacional.

Las reacciones en cadena del mercado ya han comenzado.

Primero, el yen. Después de años de depreciación, ahora el yen tiene motivos para recuperarse: la recuperación de la confianza significa que el ciclo de depreciación podría estar llegando a su fin. El mercado de divisas ya ha olfateado esta señal, y se está formando una lógica de rebote fuerte del yen.

En segundo lugar, la caída repentina de la presión de la deuda. La deuda pública de varios billones de yenes ha estado colgando sobre Japón, y aunque el superávit de este año no es muy grande, su significado simbólico es suficiente: esto indica que los ajustes a nivel institucional están comenzando a dar frutos. La mecha de la bomba de deuda ha sido movida.

Lo más importante es el cambio en la actitud del capital. Los inversores institucionales están reevaluando el valor de Japón. La manufactura avanzada, los semiconductores, la energía verde... estos sectores, en el nuevo marco fiscal, están ganando atractivo rápidamente. La reevaluación del capital en tiempo real ya está en marcha.

Desde una política de liquidez pasiva hasta una estrategia activa y precisa, ¿cómo afectará este giro de Japón al panorama macro global? Todavía hay que seguir observando. Pero una señal está clara: el ciclo de reevaluación de las economías tradicionales desarrolladas probablemente ya ha comenzado.