De joven, el tiempo parecía mucho, pero la atención era la más fácil de dispersar, mercado, emociones, redes sociales, estímulos a corto plazo, poco a poco llenando la mente. Cuando envejeces y miras hacia atrás, descubres que la energía ya no puede seguir el ritmo.

Los libros, en el corto plazo, no muestran recompensas inmediatas y no cambian la situación actual de inmediato, pero lentamente cambian tu forma de ver los problemas. Muchas decisiones que se entienden mucho después, en realidad, ya se han mencionado repetidamente en los libros, solo que en ese momento no tenías paciencia para terminarlos. Cuanto antes desarrolles la capacidad de pensar a largo plazo, menos te dejarás llevar por las fluctuaciones momentáneas.

Ahora, en cambio, no busco leer muchos libros, solo que cada día pueda leer un poco en silencio, aunque sean unas pocas páginas, eso también deja espacio para el futuro. El mercado cambiará, los ciclos cambiarán, pero lo que aprendes leyendo, muy pocas veces te traicionará.