¿Lo más brillante de este protocolo? Sin duda, su mecanismo automático de ajuste de tipos de interés. ¿Cómo entenderlo? Piénsalo así: es como el control de crucero de un coche. Antes de activarlo, tienes que acelerar cuesta arriba y soltar el acelerador cuesta abajo, siempre con el pie en tensión; pero cuando lo activas, la velocidad se mantiene sola y puedes descansar las piernas.

Este protocolo hace algo parecido: no deja que tus fondos salten de un pool de tipos de interés a otro, sino que utiliza contratos inteligentes para “crear un grupo” entre prestatarios y prestamistas. Por mucho que varíen los tipos de interés del mercado, el sistema absorbe primero la mayoría de las fluctuaciones, y el precio final que ves es mucho más fiable para ambas partes.

La parte técnica no es complicada. En segundo plano, hay un algoritmo de emparejamiento funcionando en todo momento: cuando detecta que alguien quiere pedir prestado y otro quiere prestar, el contrato empareja a ambos al instante, y el tipo de interés acordado suele ser más atractivo que la media de los grandes pools. ¿Y la parte que no encuentra pareja? No se queda parada, sino que vuelve al pool de liquidez base para seguir generando rendimiento. A esto se le llama técnicamente “modelo de liquidez híbrida”. La ventaja es evidente: disfrutas tanto de la profundidad de un pool consolidado como de la eficiencia del emparejamiento punto a punto.

Quizá pienses que optimizar unos pocos puntos básicos en el tipo de interés no se nota mucho, pero ¿y cuando el volumen de fondos es alto? Si lo traduces a rentabilidad anualizada, la diferencia puede ser tan grande que te replanteas todo el protocolo. En resumen, es convertir un proceso de préstamo rudimentario en una operación de alta precisión. Como un chef que domina el punto de cocción: si el fuego es demasiado alto, la comida se quema; si es bajo, no se hace, pero si controlas el fuego justo, todo sale perfecto.